EL DRAGÓN DEL TUICHE

 

En un pequeño poblado del centro de la Nueva España, los habitantes estaban establecidos en torno a un pequeño cerro llamado El Tuiche y considerado como lugar sagrado, para lo cual se había construido un centro ceremonial ya que el mismo tiene forma de pirámide. Entre los pobladores se encontraba Arcadio Teoticutli, hombre alto de estatura, de piel moreno claro y cabello oscuro, piernas y brazos fuertes, además con un temperamento templado y fácil de satisfacer, mismo que vivía con su esposa Marla Papalotl y sus dos hijos varones. Todos vivían en paz, se dedicaban a la recolección y a la caza de conejos, ardillas, venado cola blanca, venado caprino, paloma güilota, armadillo, etc. 

Un día, como salido de una fantasía, llegó a la región un gran dragón de un tamaño superior a los ocho metros de largo, con un par de alas con once metros de envergadura y una cabeza con dos cuernos en su parte superior, piel de color gris os curo y con garras en cada una de sus cuatro patas, capaces de destrozar de un sólo golpe a cualquier ser vivo conocido en esta región, así mismo, sus ojos de color rojo daban un aspecto feroz. En cuestión de días esta criatura había asolado a toda la región, ya que los habitantes de este pueblo no se envalentonaban para salir de sus casas y llevar el sustento de cada día, por lo tanto, se comenzó a creer que el final de su existencia había llegado. Arcadio Teoticutli al ver la necesidad de resolver la situación, platicó con su familia y decidió seguir una vida normal, tomando las precauciones, pero sin temer al dragón, Se dedicaba a sus actividades diarias para llevar el sustento de su familia, utilizando sus herramientas como lo eran: la lanza, la flecha, la honda, algunas trampas hechas de ramas, etc. 


Llega el momento en que la curiosidad de conocer más de cerca a este temido dragón y de paso recolectar algunos frutos del campo, fue caminando rumbo al cerro del Tuiche, los pájaros adornaron el camino soleado al santuario religioso de este pueblo prehispánico, que sale de la penumbra a temprana hora del día. Arcadio Teoticutli había despertado hace ya un rato y caminaba al pie del cerro del Tuiche cuando de pronto, se escuchó un gran estruendo que anunciaba la cercanía del dragón, su color gris brillaba con el sol y sus alas lograban sobresalir del resto de su cuerpo, provocó que Arcadio se paralizara por la grandeza de esta criatura, quedándose quieto para no ser descubierto y pudo percatarse que el dragón se detuvo en la cima del cerro, así que el campesino se acercó poco a poco hasta llegar a estar a treinta metros de distancia de esta figura mítica, y en ese momento con voz estruendosa pero que Arcadio reconoció, el dragón dijo: – Buen hombre, no tema, usted es el primero que se acerca desde que llegué a estas tierras, he vagado por todo el mundo tratando de encontrar mi lugar de origen. - Yo no extermino a los seres humanos, – dijo el dragón – los protejo de los males del mundo. – ¿Cuáles males son esos de los que nos protege? - El hambre, las plagas y los malos temporales. - ¿Entonces tu presencia nos beneficia? - Claro, deben tener la confianza de salir al campo y trabajar la tierra para que no sufran más hambre. - Con voz más tranquila, Arcadio comentó – Llevaré el mensaje a todos los habitantes de la región para que conozcan el beneficio que nos trae a todos. Una vez en casa, Arcadio convocó a una reunión con las personas más representativas y les comenta el diálogo que ha tenido con el dragón y el mensaje que les deja, convenciéndolos de los beneficios de tenerlo con ellos.

Es así como los pobladores de la región dejaron de temer al dragón plateado y le llevaban de comer y jugaban con él, actividad que duró los siguientes diez años que a su vez se recompensaron con bueno temporales de lluvias, la ausencia de plagas y una gran actividad económica en la región. Antes de partir, el dragón pidió un sólo favor: que fuera grabada su imagen en una gran piedra que se encuentra en lo más alto del cerro y que sirviera para que las generaciones venideras pudieran conocer su existencia. Con lo anterior concluye la historia, quedando el bienestar para toda la población, logrando utilizar con eficiencia la agricultura, el uso de herramientas, una mejor construcción de casas, etc. En cuanto a la organización social mejoró el ambiente familiar y los pobladores pudieron aumentar su nivel de vida y es como hasta este momento se conoce a esta criatura que dejó tanto bien en la región que circunda al Cerro del Tuiche. 



Lic. Enrique Reyes Durán

 

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